
En primera instancia, Breaking Bad, nos acercamos al micrográfico.
Desde la cocinería hasta la distribución mano a mana en las calles. Nos empapamos
con las historias de los “dealers” y vimos de cerca la realidad de los
consumidores de la adictiva y destructiva droga. El mensaje: Que no se nos
fuera a olvidar desde el comienzo que no sólo dinero ganas con la producción o
distribución de drogas, si no que te haces cargo de “destruir” la vida de
otros.
Luego, Walter y Jesse Pinkman (Aaron Paul) deciden expandirse vendiendo su
producto a Tuco Salamanca, un poderoso pero violento distribuidor de droga de Albuquerque.
Así, fuimos testigo de cómo se maneja el tráfico a mayor escala, observando las
dificultades de lidiar con los mafiosos del rubro.
Después, Walt y Jesse
se encargan ellos mismos de la distribución y se nos presenta las luchas
territoriales en el tráfico de drogas y como los distribuidores deben
relacionarse con sus “empleados”, los riesgos y la muerte (bueno… presente en
todo momento).
Ya en la 4ta temporada, Walter y Jesse terminan trabajando
para Gus Fring, un distribuidor con quien se expanden en la venta de
metanfetamina por todo el sudoeste de EEUU, utilizando para ello una cadena de
restaurantes como fachada para mover la droga en los camiones pertenecientes a
la empresa de Gus. Es aquí cuando nos empiezan a sonar los famosos “carteles”
de la droga, quienes tratan de frustrar el traslado de ésta a territorio
mexicano.
Luego de la muerte de Fring y de mano del protagonista
Walter White, avanzamos en el mundo de la distribución internacional a gran
escala. De la mano de Lydia, mujer que se encarga de la logística, Mr. White
envía su producto a República Checa. Con
la cantidad de droga enviada, aumentan las ganancias y así vemos cómo funciona,
además, el lavado del dinero obtenido.
En fin, ya me canso describiendo lo buenísima que esta serie
de AMC y por qué es una de mis favoritas. Todos sus fans somos agradecidos de
su existencia.